Perder peso es la asignatura pendiente de muchos, el eterno propósito incumplido, pero ¿por qué nos cuesta tanto adelgazar? ¿de quién es la culpa?
Tendemos a creer que para estar delgados y sentirnos bien, basta con someternos a sesiones diversas con aparatología cada vez más sofisticada o a potingues y pastillas mágicas a las que confiamos nuestro deseo o nuestra necesidad de tener el físico “perfecto”. Optamos por depositar la responsabilidad de nuestra salud o de nuestro aspecto físico en sistemas ingeniosos que pensamos que, sin esfuerzo, nos van a solucionar el problema. Vivimos en una época de prisas y pretendemos obtener de forma inmediata demasiados objetivos. Es la manera en que vivimos.
El ser humano, a lo largo de los tiempos, ha ido adaptándose a las circunstancias que le rodean y ha recurrido a distintos mecanismos para defender su integridad, sobrevivir y adaptarse. Y esto no es fácil de modificar. Dependemos de nuestra memoria genética.
De esta manera, el hombre ha sufrido épocas de carencia superadas por su capacidad de almacenar energía en épocas de abundancia y este principio lo arrastramos a través de generaciones. Por eso es difícil perder peso y estabilizarlo. Porque nuestro organismo tiende siempre ha volver al estado inicial de reserva energética. Po otra parte, se añade otra dificultad a la situación y es que la función del alimento y la relación que con él tenemos también ha cambiado. En nuestra sociedad comer, además de una necesidad diaria, constituye un placer inmediato y asequible en todo momento. Necesitamos comer para vivir y esta es la trampa. Podemos abandonar otros hábitos perjudiciales como el tabaco o el alcohol, pero no podemos dejar de comer y resistirse a ese duelo continuo es a menudo difícil de manejar.
Tenemos mensajes hormonales, hábitos adquiridos, carencias psicológicas, emocionales y relaciones sociales que nos alejan del objetivo continuamente. Por esta razón, es absurdo pretender que cualquier sistema que no sea responsabilidad de uno nos va a hacer bajar de peso. Cualquier opción bien elegida y adaptada a cada individuo será una importante ayuda pero nunca la solución. La solución pasa primero por un deseo consciente y firme de cambio, un apoyo profesional que nos configure un programa adecuado de dieta y ejercicio y por mucha comprensión y cariño por parte de quien nos rodea y nos quiere. Es decir, buscar un equilibrio entre todos y todo. Lo de siempre, vamos…Lo demás son aditivos.